martes, 23 de febrero de 2016
CAPITULO 31
The Ginger Man no estaba lejos, a tan sólo quince minutos de donde se encontraban. Cuando entraron, el ambiente era bastante ruidoso y estaba casi a tope. Paula se quedó fascinada con el lugar, y lo que más le impactó fue la larga barra con infinidad de cervezas para elegir; era uno de esos bares con historia, un clásico de Texas.
Se sentaron muy juntos en un lugar apartado en el área de sofás, uno de los pocos que quedaban libres; habían pedido una pinta de 512 IPA, una clásica cerveza texana de color ámbar.
—¿Te gusta el lugar?
—Me encanta, además, en mi vida he tomado una cerveza tan rica como ésta.
—Creí que dirías que la compañía es lo que más te gustaba.
—Eso no es necesario decirlo, sabes que no existe mejor compañía para mí que tú. —Se dieron un beso.
—Creo que mi entrepierna te reclama.
—Pedro... —Ella miró hacia todos lados, ruborizada.
—Dame otro beso.
La cogió por la nuca y volvió a reclamar sus labios, atrapándolos en su boca. Paula sintió que una fascinación los envolvía y se dejó llevar por el erotismo que ese hombre le provocaba, se olvidó de todo, del lugar donde estaban, de la gente que los rodeaba y disfrutó de su aliento, de su sabor.
—Definitivamente... —Pedro le cogió la mano y se la apoyó en su abultada cremallera—, mi bragueta está en apuros a causa de tus besos.
Ella miró para ver si alguien los observaba, pero todo el mundo parecía ensimismado en lo suyo, así que no quitó la mano, lo contempló con lascivia y jugueteó con sus dedos ansiosos sobre ella.
—Terminemos pronto la cerveza, creo que mi cuerpo también reclama el tuyo.
Ambos se rieron. En ese momento, un grupo que se presentaba esa noche en el lugar comenzó a cantar I’m a man, * de Bo Didley, y Pedro se la tarareó al oído.
—¡Detective Alfonso! —Paula se acercó al oído para hablarle—. Es usted una caja de sorpresas, no sabía que cantara tan bien.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí, un día de éstos te daré un concierto para ti sola. Ahora mi plan es otro, ya te lo he dicho: en una hora a más tardar quiero estar perdido en ti.
—Pues terminemos pronto nuestras cervezas.
Mientras terminaban las bebidas, Pedro pasó el brazo por encima del respaldo y le dio unas sutiles caricias en el hombro. Con la otra mano tamborileaba su pinta al ritmo de la canción y a ratos se acercaba al cuello de Paula para besarlo. Ella estaba muy alegre y entusiasmada; escucharon dos canciones más y se marcharon.
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