sábado, 5 de marzo de 2016
CAPITULO 68
Christian siguió con una serie de preguntas que, Pedro de acuerdo a lo investigado, supo documentarle muy bien.
Cuando hubo agotado sus principales dudas, y a la vista de una sustanciosa causa de blanqueo de dinero, el agente del FBI se encargó de guardar la información que su amigo le había confiado.
Seguidamente hizo todos los arreglos pertinentes para conseguir que viajaran a Austin sin dejar rastros; por supuesto que obtener todo le llevó bastante tiempo, pero finalmente pareció lograrlo.
—Ahora ven, quiero que conozcas a Paula.
Subieron al apartamento, Pedro llamó a Maite para que les flanqueara la entrada.
—Maite, él es Christian, una persona de mi entera confianza.
—Encantada.
Se saludaron con un beso y ella se ofreció a prepararles café. Luego Pedro le hizo a Christian un ademán para que lo siguiera, abrió la puerta del dormitorio y dejó que viese el estado en que se encontraba Paula, que dormía ajena a todo.
—¿Tú crees que voy a arriesgarla? —C.C. se llevó las manos a la cabeza—. Por poco la mata, debemos buscar otra manera de implicarlo, porque ni loco permitiré que vuelva a estar cerca de él, tendrán que matarme para que vuelva a ponerla en sus manos.
—Sé de sobra cómo están funcionando tus pensamientos, así que quítate la responsabilidad de encima; valoraste la causa y por eso dejaste que ella siguiera con él.
—Eso es exactamente lo que me reprocho, haber priorizado la causa por encima de su seguridad, me siento un hijo de puta. —Cerró los ojos, a la vez que expulsaba las últimas palabras.
—Actuaste con profesionalidad para que no se nos escapara un pez gordo. Pedro, esta gente necesita ser arrancada de raíz, lo hiciste porque sabes perfectamente que una denuncia por violencia doméstica sólo sería una piedra en el camino de este tipo.
—Mientras más lo pienso, peor me siento. Podría haberla sacado de allí y hacer que a la familia le pusieran custodia, que por otra parte es lo que quiero que hagáis; no me extrañaría que intente forzarla a regresar utilizándolos a ellos.
—Despreocúpate, te prometo que me ocuparé de todo.
—Te juro que la veo y lo único que deseo en este momento es ir tras él y olvidarme de que soy policía. Ansío salirme de la ley y meterle un tiro en la frente, no sé cómo no lo he hecho en vez de haberte llamado.
Cerró la puerta.
—Prométeme que no te vas a tomar la ley por tu cuenta.
—Ayúdame para que no tenga que hacerlo.
C.C. le puso una mano en el hombro...
—No usaré las fotos de Agustin por el momento. Pero necesitamos encontrar a Montoya, es necesario hallar su madriguera. ¿Me has dicho que la reunión fue en Phoenix?
—Así es.
—Y ahora vas a Austin.
—Sí, allí estará segura.
—¿Piensas llevarla a la casa que era de tu padre? —Pedro asintió. Christian abrió los ojos como platos, no pudo evitar mostrarse asombrado—. Estás hasta la médula con Paula.
Maite, que se había mantenido apartada en la cocina, llegó con el café. C.C. aceptó pero Pedro se disculpó, tenía el estómago destrozado por los nervios y no soportaría una gota más de cafeína.
—¿Y ella quién es? —preguntó C. C. para conocer el papel de Maite en todo eso.
—Amiga de Paula, la que te comenté que nos acompañará a La Soledad.
—¿Y él quién es? —preguntó Maite en tono pretencioso mientras destinaba una mirada golosa a aquel hombre de cabello castaño claro con mirada azul grisácea, que a simple vista exponía un buen cuidado de su físico y además hacía gala de su aplomo.
—Amigo y excompañero de Pedro.
—¿También eres detective? —Maite le recorrió los pantalones ajustados que llevaba puestos y que le marcaban considerablemente la musculatura de las piernas.
—Agente del FBI —aclaró Christian.
Pedro sonrió, y de inmediato intuyó que se habían atraído.
Sintiendo que sobraba, los dejó conversando y fue a ver a Paula.
Entró en la habitación sigilosamente y se quedó observándola mientras dormía. Saber que por fin la tenía junto a él le daba cierta tranquilidad.
El teléfono vibró en el bolsillo del agente del FBI, así que se retiró para contestar la llamada, que era la que estaba esperando para que pudieran viajar y sacar de una vez a Paula de la ciudad. Cortó la comunicación y avisó a Alfonso, quien llamó al piloto de su avión para avisar de que ya estaba listo para viajar, le pasó los datos de los pasajeros y le preguntó si ya tenía horario de vuelo.
—Perfecto, en una hora estaremos allá. —Colgó—. Christian, todo está arreglado.
—Iremos en mi camioneta y nos encontraremos allí con los agentes, que nos llevarán la documentación para que podáis salir de Nueva York.
Maite fue por el equipaje de ambas y se lo entregó a Christian, quien de inmediato salió para cargarlo en la Chevrolet Suburban negra que conducía. Tras cargar las pertenencias de las mujeres y de su amigo, se encargó de meter la camioneta en el aparcamiento del edificio. Pedro y Maite, mientras tanto, se ocuparon de despertar y abrigar a Paula para trasladarla al aeropuerto.
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