sábado, 27 de febrero de 2016

CAPITULO 44





Paula llegó a Clio Art Gallery; Dylan la había llevado hasta el lugar, pero como era temprano, ni Maite ni Ed se había presentado aún.


Entró con sus llaves y recorrió la galería, maravillándose con las pinturas de un artista londinense que habían adquirido en consignación. Lo consideró muy bueno, le gustó mucho la forma en que definía los trazos de los rostros, los miró de un lado, de otro, se alejó para admirarlos con otra perspectiva, y siguió gustándole; consideraba su técnica muy buena, los sombreados y los colores que el artista conseguía despegaban la imagen del lienzo y le daban vida propia.


Sintió el ruido de la cerradura en la puerta y supo que alguno de sus amigos había llegado.


Maite, al entrar y ver que la alarma no estaba puesta, imaginó que Ed ya estaba allí.


—Hola, Eduardo, ¿es que te han echado de tu casa, que has llegado tan temprano?


Las dos amigas se encontraron a mitad de camino.


—Hola, May.


—Vaya, pero mira a quién tenemos aquí —le habló despectivamente, dejándole claro que aún estaba enfadada—, a la señora dueña del lugar. ¿Ha venido a controlar a sus empleados, jefecita?
Enseguida estoy con usted, señora Wheels, y le informo de las últimas novedades en la galería.


—No seas mala, Maite, sabes que no he venido a eso.


—¿Ah, no? Y entonces ¿qué necesita, señora Wheels? —Remarcó el apellido con cinismo; la noche anterior, cuando Paula le reveló dónde estaba, había terminado con su paciencia.


—Nada ha cambiado, Maite, no he regresado con Manuel por voluntad propia. No puedo decirte la razón porque no quiero mezclarte en esto, que es muy peligroso, y cuanta menos gente lo sepa te aseguro que es mejor.


—Farsante, ni tú te crees lo que estás diciendo. ¿Sabes qué creo? Que eres una masoquista, que te gusta que ese malnacido te golpee, que lo disfrutas.


—¿Por qué eres tan cruel, Maite? ¿Cómo puedes suponer siquiera que me gusta que Manuel me maltrate? Como si no me conocieras.


—No te pongas en plan de víctima, que si has regresado a su lado, no existe ninguna otra explicación.


—Volví bajo amenaza, tiene algo que puede... —hizo una pausa pensando las palabras que usaría — hacerle mucho daño a alguien que adoro, y debo proteger a esa persona. Que esté nuevamente con él es circunstancial, sólo intento ganar tiempo para conseguir eso que posee.


Maite la miraba incrédula, le hacía notar que no le resultaban verosímiles ni una sola de sus palabras y se reía con burla.


—¿Y dices que no ha cambiado nada? Hipócrita, resulta que ahora ni siquiera confías en mí y me dices una sarta de estupideces sin revelar nada significativo.


—Créeme que es mejor así, amiga, no es bueno que más gente sepa la verdad. Es algo peligroso.
Estoy aquí porque le he dicho a Manuel que vendría a contaros una excusa creíble a ti y a Ed para que no sospecharais del verdadero motivo por el que he vuelto con él.


Paula había conseguido la atención de su amiga.


—¿Me estás diciendo que te está chantajeando con algo fuera de la ley?


—Sí —afirmó con rotundidad.


—En ese caso, Pedro es la ley, pero prefieres alejarte de él y caer en el juego de Manuel; ¿por qué no se lo cuentas al detective si es algo deshonesto como dices?


Pedro aún no sabe quién soy.


—Infame, no tienes perdón. —Maite levantó el tono de voz para expresarse— Si yo fuera Pedrocuando me enterase te mandaría a paseo, como corresponde. ¡Y encima vuelves con tu marido! No esperes otra cosa, porque has tomado a ese hombre por estúpido, como pretendes hacer con todos.


—Manuel tiene pruebas en contra de mi hermano. Agustin está metido en un lío muy grande y me amenaza con entregarlas.


—¡Mierda! ¿En qué anda el insensato de tu hermano?


—No puedo decírtelo, es algo muy peligroso.


—Peligroso... peligroso... ¿Cómo de peligroso?


—Muy peligroso.


—¿Cómo, Paula?


Maite insistió y como su amiga siempre la convencía con facilidad, Paula cerró los ojos y una lágrima se escapó corriendo por su mejilla. La miró fijamente y le dijo: —Drogas.


—¿Consume drogas? ¿Qué tiene eso de peligroso? Bueno, es peligroso para su salud, pero si está tan descerebrado como para caer en eso es su elección de vida, no entiendo que eso implique que debas volver con el bestia de tu marido.


—Creo que está en negocios con un narco.


—¡Mierda! Tu hermano es un verdadero idiota. Siempre me pareció medio flojito de cascos con las mujeres, pero esto me deja sin palabras.


—No sé qué hacer, no sé cómo salir de las garras de Manuel, lo odio, lo detesto, siento asco de él, no quiero permanecer un solo día más en esa casa, pero no tengo alternativa: me amenaza con entregar las pruebas a la DEA y también al mafioso.


—Ven aquí. —Se sentaron en un escalón del suelo—. 
Tienes que contarle esto a Pedro, él sabrá cómo ayudarte.


—¿Estás loca? ¿Qué quieres, que apresen a mi hermano? Por otra parte, jamás podría pedirle que infrinja la ley por mí.


—A ver, mente brillante, ¿qué otra solución se te ocurre?


—No sé, si la supiera no estaría en casa con Manuel.


—¿Has hablado con el cabeza hueca de tu hermano?


—No, aún no lo he hecho. Anoche me quedé tan angustiada después de que habláramos que lo único que quería era venir y hacerte saber cómo son las cosas, ya sabes que no soporto pelearme contigo.
Además, no sé qué hacer para acercarme a Agustin, Manuel me tiene vigilada y si se entera de que hablo con mi hermano, entregará lo que tiene.


—¡Bastardo! Maldito infeliz, no es justo que se salga con la suya.


—Nada en mi vida es justo, es obvio que la felicidad no es una posibilidad para mí.


—Vamos, Pau, arriba el ánimo, encontraremos una solución.


—¿Qué solución, Alexa? Esto no es broma, detrás hay gente muy peligrosa.


—Pero no puedes resignarte simplemente y sacrificar tu felicidad por...


—Voy a hacerlo. —La cortó en seco—. Es mi hermano, Maite, Agustin es mi hermano, no seré yo quien lo entregue.


El teléfono de Maite sonó.


—Ed, ¿qué pasa, te has quedado dormido?


—Curt y yo nos hemos reconciliado y me ha invitado a pasar el día a su casa de la playa. ¿Te importa si hoy no voy?


—No te preocupes por nada, ve y disfruta del día, que aquí todo está tranquilo.


—¿Seguro que no te importa?


—No, amigo, tú que puedes disfrutar del amor, ve y hazlo. Eres un afortunado.


—¿Y el polista?


—El polista es otro tarado para mi colección que se cree que porque tiene dinero y fama sólo importa él. Bueno, ciao, amigo, atiende a tu media naranja y disfruta del cuerpazo que Dios te regaló, aunque considere de por vida que eres un desperdicio para nuestro género.


—¿Qué polista? —preguntó Paula extrañada cuando ella colgó.


—Un idiota que conocí la semana pasada, pero ya es historia. Es un engreído que cree que va a manejarme a su antojo. —Paula agitó la cabeza, no podía creer lo rápido que Maite conocía a hombres y lo pronto que se deshacía de ellos—. Volvamos a lo nuestro, insisto en que debes hablar con el buenorro de Pedro.


—No lo haré, Maite —dijo con convicción—. No voy a ponerlo en peligro, no pienso mezclarlo en esto, entiende que debo proteger a la gente que amo, aunque eso arruine mi felicidad.


—Tu felicidad y tu vida, porque estar al lado de ese inhumano... Temo por ti, amiga.


—Lo tengo amenazado, le he dicho que poseo pruebas de la última paliza que me dio, y creo que se lo ha creído.


—Ese tipo es una bestia; ¿hasta cuándo crees que podrás frenarlo?


—No lo sé, pero no tengo otra elección. —Se agarraron con fuerza las manos—. Mañana también vendré temprano, trata de estar aquí y deja el coche en la entrada trasera, así yo podré ir a casa de Agustin.


—Cuenta con ello, amiga. Es indispensable que hables cuanto antes con él para saber a ciencia cierta a qué te enfrentas.


—Sí, estoy de acuerdo.


—¿Has hablado con Pedro?


—Sí, Maite, no sabes cómo me duele mentirle, pero oír su voz me da fuerzas. He sido tan feliz a su lado que no quiero rendirme, pero cada día siento que no tengo salida.


—La encontraremos, amiga, te juro que la encontraremos.





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